Oleo / tela
61 x 51 cm
AM024
Los asuntos en la pintura de Michel no son tanto temas limitados como recurrentes, pues si bien abundan las genéricas "naturalezas muertas", nunca es igual una a la otra. Su reiteración funciona como un juego de la memoria, donde el artista puede apelar al pasado como fuente permanente para la actividad creadora; y por ello siempre las mesas displicentes de objetos varios, frente a ventanas que se abren a la eterna mar. En "As de trébol" aparece una vez más el copón semivacío de color verde esmeralda de "La carta" de 1936, igualmente lastimado en una de sus orillas y en torno al cual se reúnen, esta vez, una caracola, un perón y la carta aislada del as de trébol de una baraja cualquiera. Como llega a suceder con la obra de Rufino Tamayo -artista que Michel admiraba y con quien se reencontró en París hacia 1950- el tema puede ser un mero pretexto para el ejercicio de la pintura. En Alfonso Michel la concepción plástica parece ser también la prioridad de la invención creativa, a no ser que se medite que en toda su trayectoria hay dos etapas claramente diferenciadas: en los cuarentas hay en el ánimo del artista un amor por la vida, por las flores y los frutos, los niños y adolescentes, el juego y la feria; en los cincuentas hay más introspección, más dolor y más nostalgia.