Oleo / tela
43.6 x 36 cm
FCa001
Las escuelas de Alfredo Ramos Martínez permitieron, eventualmente, el acceso a una educación artística a una serie de individuos que, por su humilde extracción, quizá nunca hubieran llegado a realizar un cuadro. Fernando Castillo fue un humilde arriero de mulas que llegó a la Ciudad de México a principios del siglo XX para desempeñar los mil oficios de cargador, papelero, bombero, minero, cargamuertos, tapicero, soldado, bolero y, finalmente, pintor. La oportunidad se la dió Gabriel Fernández Ledesma quien, con ciertas reservas porque era cojo, lo admitió en 1928 en el Centra Popular de San Pablo. El discípulo aprendió y llegó a exhibir sus obras en Sevilla, con ocasión de la Feria Internacional, donde obtuvo una medalla de plata como distinción a su arte pictórico. La pieza posee, sin duda, un aliento creativo sincero que sobrepasa, en mucho, el primitivismo de sus recursos plásticos. Es una pieza que nos permite valorar, en toda su dimensión, los logros de las escuelas de pintura al aire libre, de donde surgieran valiosos exponentes del arte moderno de México. Vid. Gabriel Fernández Ledesma. Fernando Castillo. Pintor popular 1895-1940. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1984.