Oleo / tela
61 x 75 cm
RCM001
Ramón Cano Manilla fue uno de los muchos artistas mexicanos provenientes de la clase trabajadora que cobró fama en los años veinte. El crítico Rafael Vera de Córdoba, quien escribía en El Universal (1 de noviembre, 1922), destacó ?[...] el espíritu sano y primitivo que palpitaba en sus pinturas.? Pero Cano no era precisamente un ?primitivo?; tras llegar de Veracruz a la ciudad de México en 1920, estudió un breve lapso en la Academia de San Carlos antes de cambiarse a las más progresistas Escuelas al Aire Libre en Coyoacán y en Chimalistac, donde Leopoldo Méndez y Fermín Revueltas se contaron entre sus maestros. Así, aunque sus logros parecieran confirmar el talento estético ?innato? del mexicano según los críticos urbanos, su buen oficio recuerda que, por el contrario, ese talento cuajó tras un aprendizaje concienzudo. El pintor es más conocido por una extraordinaria serie de 54 lienzos realizados alrededor de 1930 ?ahora en el Museo Nacional de Arte?, que muestran los ritos y las celebraciones que presenció en la Puebla rural donde pasó su niñez alrededor de 1900. Las más famosas, como El globo e India oaxaqueña, así como Siesta (1926, colección Blaisten), son imágenes complejas de la vida en el campo, con una atención casi flamenca a los detalles y las texturas. Vacas y paisaje, pintada en 1923, es una obra más temprana y sencilla del artista. Tres vacas poco convincentes pastan y descansan cerca de un riachuelo o estanque en un paisaje ricamente colorido, con onduladas colinas verdes y azules. Más de la mitad del cuadro está ocupado por un cielo brillante lleno de nubes, resuelto, como la tierra, con un grueso empaste que recuerda la pincelada posimpresionista. Probablemente realizada como ejercicio estudiantil, la pintura debe mucho a la obra contemporánea de Joaquín Clausell, sobre todo por la serenidad de la paleta.