Oleo / tela
58.5 x 120 cm
PC001
El arte moderno de México ha sido un proceso que reviste más elementos de continuidad que de ruptura porque, de entrada, algunos artistas transitaron generacionalmente del siglo XIX al XX; y las tendencias estilísticas de tono cosmopolita de principios de siglo, fueron las que permitieron la natural asimilación de las vanguardias en los años veinte; y donde la búsqueda por definir una estética de lo mexicano fue consecuente con un proyecto de nación postrevolucionaria que emergió de entre las cenizas del porfiriato. No obstante, la historiografía del arte ha privilegiado la noción mecánica de una ruptura hacia mediados del siglo para explicar la aparición de una nueva generación de artistas que, supuestamente, rompieron con la llamada Escuela Mexicana de Pintura; concepto que, como se ha visto, resulta en sí mismo insuficiente para contener la propositiva modernidad del arte mexicano. Los artistas que como Pedro Coronel vinieron a enriquecer el ambiente artístico y, ciertamente, a innovar estilísticamente con formas y soluciones plásticas, no surgieron por generación espontánea ya que son producto evidente de la apertura estética de maestros como Carlos Orozco Romero, Rufino Tamayo y aún Alfonso Michel. La pieza de Pedro Coronel en la Colección Blaisten permite mostrar, más allá de su evidente alusión temática del Jaguar como deidad del mundo mesoamericano, las deudas de la generacion de la ''ruptura", donde los colores, texturas y simbología arcaica utilizadas por el pintor, habrían sido soluciones impensables sin el proceso histórico de cuatro décadas de arte moderno.